Y
si, se podría decir que me adapté. Ya no miro desde lejos, ni camino
camino rápido hacia un punto fijo. Ya no busco con miedo a Orión, ni me
desoriento al sentir las llaves en mis bolsillos. Si se podría decir que
me "adapte", pero sigo siendo un extraño y siempre lo voy a ser.
Cómo
dejar de ser un extraño si mis pies buscan la tierra y mis ojos, la
noche. Cómo no ser un extraño, si mi idioma es el del viento y mi voz la
de los árboles. Cómo no ser un extraño si mi alma está en trozos y mi
espíritu se rehúsa a olvidar. Cómo evitar ser un extraño, si allá, en mi
propia tierra, muchas veces lo fui.
Solo
dejando de ser yo, dejaré de ser un extraño aquí; donde esconden la
tierra debajo del gris y a la noche, detrás de la luz; donde el idioma
es el vacío y las voces, las del silencio; donde las almas caminan de
una y los espíritus no saben quién son.
Pero
aquí estoy, un extraño entre extraños, que no saben quién soy, que no
sé quiénes son, que no saben quién son. Pero aquí estoy, y de un lado al
otro voy, porque no importa dónde esté, a ningún lado pertenezco yo.
Pero aquí estoy, y ella también. Fiel amiga, soledad, que siempre te
acompañaré en este eterno atardecer, todo insólito parece ser. Caminemos
juntos, que el tiempo parece no ser, que los colores nos evaden y
oscuridad niegan volverse. Caminemos juntos, amiga, que semillas sembré,
que semillas sembraré, y creamos en los bosques que crecen donde nadie
ve... donde nadie ve...